“DEL AROMA AL HEDOR”
Algo le duele al aire,
del aroma al hedor.
Algo
le duele
cuando arrastra,
alborota
del herido la carne,
la sangre derramada,
el
polvo vuelto al polvo
de
los huesos.
Cómo sopla y aúlla,
como que canta,
pero
algo le duele.
Algo le duele al aire
entre las altas frondas
de los árboles altos.
Cuando doliente aún
entra por las rendijas
de mi ventana,
de cuanto él se duele
algo me duele a mí,
algo
me duele.
Castro Varela, Dolores Algo le duele al aire, Ed. Del lirio,
México, 2011.
Casi las seis de
la tarde en una espléndida residencia construida en 1925, cuyos interiores y
exteriores dan idea del lujo con el que se vivió en esta mansión. Enormes
ventanales que reciben el aire de Orizaba y el sonido de las campanas de la
iglesia. No cabe duda, el arquitecto Manuel Gorozpe se lució.
Veintiséis
años después de que fue inaugurado el recinto (1986) como albergue para la
cultura, la poeta Dolores Castro presentó su más reciente poemario “Algo le
duele al aire” a propósito del Día Internacional del Libro y que mejor lugar
para hacerlo que en la Casa Universitaria del Libro. Pocas
cosas son tan perfectas como el sonido de los poemas, mejor aún cuando la
lírica va acompañada por la voz del poeta. Pocas veces tienes la suerte de
escucharlos, pocas veces te das el privilegio de hacerlo. Pocos, muy pocos se
lo dieron.
En
plena primavera y se siente su ausencia; invierno, otoño y verano se hacen
presente en el aire y dolor de ella, quien siente la muerte como el olvido de
lo que significa un ser humano. La indiferencia a la muerte nos acosa “¿Cómo
los hombres buenos se vuelven malos? ¿cómo los malos podrían volver a ser
buenos? ¿después de muertos?”.
Mientras
la escritora y periodista argentina Miryam Laurini se pregunta “¿A qué edad se
deja de ser poeta?” Permite que cada quien responda en el aire; sí, ese que
lleva el dolor de todos. La edad no se impregna en las palabras; los sentidos y
sentimientos se añejan a través de la experiencia pero mientras haya lucidez
que permita “unir poesía, sueño y realidad; y trates de encontrar los secretos
de lo que uno ve” estarás haciendo poesía.
Dolores
Castro, una persona que espera comunicación sensible a través de sus palabras,
pero quien prefiere no decir el alcance de éstas porque sabe que existe una
sordera generalizada entre las personas. La
lentitud con que Castro Varela tarda para dar vuelta a la hoja y continuar su
lectura es marcada por el temblor de su mano izquierda, la que sostiene su
“libro de dolor y de esperanza”. Ella, quien conoce que el retoño de lo verde
se da al perecer; también conoce, al igual que muchos, que las vidas humanas no
retoñan. Su edad marca el ritmo de su voz y con ésta de la lectura. Sus aretes
se mecen más rápido que su voz, mientras su mente la traiciona al crear otro
poema del que está leyendo y se justifica –sin ser necesario- “es que me
emociona mucho estar aquí”. Las vibraciones de su voz y manos marcan el impulso
y la fuerza de sus poemas leídos.
Libro
que es una protesta y una esperanza para todos como individuos; y que surge de
la emoción de ver cómo se acaba el respeto al ser humano. Personifica al aire y
le da voz para romper el silencio y levantar su voluntad “Madre del amor,
hermoso, oye mi grito…El mal caerá por su propio peso, pero ¿encima de
nosotros?”
Voces
de otros en ella, voces de otros que es ella, en un suspiro de letras. A sus 89
años es la historia viva de México y se contagia de los pensamientos de poetas
como Pessoa, Raúl Zurita, Luis Cernuda, Pedro Garfias y poetas del siglo de oro
español.
Al termino de la presentación, sus libros son
acomodados, uno tras otro, para ser vendidos por los pocos que se dieron cita
en el recinto. Y aunque no se vendan, entre los asistentes “será un coro de
conciencia” a través del aire que lleva el aroma y el hedor de su dolor. Por
ahora, “el destino del aire es aullar, pero algún día será cantar, cantar”. A Dolores
Castro si le quitas la realidad se vuelve loca –como todas las personas- pero
que si se queda con la pura realidad no pasa nada –como continúa en la mayoría
de las personas-. Para ella la poesía es, lo que debería ser, el modo para
encontrar la salvación.
Casi tres horas de escuchar al aire –y, no fue suficiente- en voz de Dolores Castro; un momento en el que el aire dejó de aullar y cantó, pero que su aroma no llegó a disminuir el hedor que continua en las calles. A manera de lectura del presente “Tras el terror la certidumbre: hoy en el ahogo transitamos, en el ahogo desaparecemos, en el hedor se hunden nuestras vidas. Esto le duele al aire, le duele al agua cristalina”.
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